
Por Pedro Costa Morata
No pasa día sin que alguien, de entre los expertos participantes en las numerosas mesas de debate de las televisiones españolas, aludiendo a la guerra de Ucrania, a las matanzas de Gaza o a la emigración no se remita a los “valores europeos” como leit motiv, sin entrar a describirlos en relación con el tema suscitado y sin la menor intención de someterlos a examen crítico. Lo que da idea del nivel de conocimiento y reflexión de esos expertos o expertas, que se expresan al modo papagayo: llevan tiempo oyendo lo de los “valores europeos” y se han criado en ambientes y medios de comunicación cínicos o bobalicones.

Ayuda a Gaza (DW).
Esos valores europeos han de inscribirse, en el terreno de lo político, en el occidentalismo, ya que abarcan y se extienden a espacios extraeuropeos, singularmente Estados Unidos, las grandes colonias británicas e incluso países caídos en la ignominia de la autodestrucción cultural, como Japón; y por supuesto, el continente americano casi por entero. Este occidentalismo, siempre aireado por sus beneficiarios, ha de ser alimentado no obstante con argumentos y relatos intencionados y manipulados, así como con la creación permanente de enemigos y la práctica política de la traición a cualquier principio.
No hace falta decir que estos valores europeos se tienen por incomparables por su neta superioridad -ya que son los nuestros- hacia los de otras culturas y geografías, y por lo tanto no hay nada que discutir: nuestros valores nos convierten en la élite mundial, lo que nos da derecho a hostilizar y controlar al resto del mundo -que carece de valores o estos son irreconocibles-, tanto económica y comercialmente como cultural y políticamente, amén de militarmente, base hegemónica -si lo sabremos bien- que permite el dominio global.
España suelta su ayuda desde el cielo
Cuando Europa exhibe sus valores, por ejemplo, los compasivos y solidarios con la humanidad sufriente, decide, como ha hecho España, horrorizarse por la hambruna ocasionada por el Estado de Israel y optar, heroicamente, por lanzarles en paracaídas unas toneladas de alimentos que, en gran medida, no caerán donde debieran ni resolverán sino mínimas necesidades. Y renuncia, por miedo a Israel y en reconocimiento de su impunidad como Estado criminal, a llevar el auxilio por tierra (frontera internacional de Rafah) o por mar (aguas de soberanía gazatí), como haría un Estado decente y cumplidor del Derecho internacional que, además ha reconocido a Palestina como Estado soberano.
Si España se condujera con valentía elemental (legal-internacional) no se allanaría ante los genocidas ni temería provocar un conflicto armado con las así llamadas Fuerzas de Defensa de Israel, enemigas de la humanidad, pudiendo producir una magnífica crisis por la que la OTAN tendría que intervenir (¡jaja!), machacando a Israel en simple cumplimiento del artículo 5 de Tratado Atlántico (el de la asistencia global en caso de agresión exterior a un estado miembro). Pero no, el redicho ministro Albares anuncia ese gesto hipócrita poco menos que como ejemplo de nobleza y valentía, habiéndole faltado poco, como ha hecho otras veces tras sus pifias sonrojantes (Sáhara, Marruecos…), para reafirmar que “España es un referente internacional”.

Kallas y Albares (El Español).
La UE no ve nada grave en Gaza
Cuando Europa exhibe sus valores, como son el respetar la vida de inocentes y no permitir el crimen sistemático de Estados fascistas que avergüencen a la humanidad, espera a ver cumplidos los 60.000 asesinatos de Israel para que, entonces, la Comisión Europea haga un esfuerzo de clarividencia y sensibilidad y se lance a advertir que “podrían existir indicios de que el ejército israelí no respeta los derechos humanos en Gaza y Cisjordania”. Que es lo que recoge, tan concienzudamente, un informe de la representante europea para Política Exterior y Seguridad, Kaja Kallas, esa mujer necia y odiosa que debe proceder de la histórica factoría fascista estonia. Una perspicaz observación -expresada en condicional: “podrían existir”, nada seguro- que no da lugar a la menor medida sancionadora y mucho menos a anular el Acuerdo de Asociación UE-Israel, como prevé el artículo 2 de ese texto.
La guerra de los aranceles no tuvo lugar
Cuando Europa exhibe sus valores, como son las relaciones comerciales internacionales, regidas según el elemental principio de la reciprocidad y que son su más prístina seña de identidad, acude temblando a la llamada amenazante de Trump, un tipo inmoral, mafioso y delincuente, y le consiente aranceles generales del 15 por ciento a cambio de cero aranceles como respuesta sumisa y atemorizada. Además de comprometerse a comprarle 600.000 millones de euros en gas caro y en armamento expresamente dirigido contra Rusia y poner al mundo al borde de una guerra mundial. Un espectáculo que ha corrido a cargo de la primera autoridad ejecutiva de la Comisión Europea, la perversa Úrsula von der Leyen, flor aborrecida y antipática de la inquietante (además de permanente) saga militarista germánica.

Trump y Von der Leyen, negociando. (RTVE).
OTAN-Rusia: relaciones truculentas, estúpidas y peligrosas
Cuando Europa exhibe sus valores, como la búsqueda infatigable de la paz dentro y fuera del propio continente, se amalgama en esa organización militar y militarista llamada OTAN y acude a rendir homenaje al presidente Trump, lamiéndole el culo (el indescriptible Donald diría “besándole el culo”), que es lo que hacen los lideres otanistas peleles ante sus bravuconadas guerreras y la sistemática práctica del ultimátum como instrumento de relación con sus aliados. Para ello cuenta con el nuevo secretario general de la OTAN, Mark Rutte, que sonríe encantado cuando el emperador lo humilla (y le llama papi, qué detalle); un holandés educado en las glorias del subimperialismo neerlandés que, tras sus inmensos crímenes en Asia, el Caribe y Oceanía, amparado siempre por Washington, ha logrado la prosperidad económica de un país -tenido por laborioso- con la historia manchada de sangre.
Así que esa Europa pasa por el aro del 5 por 100, como cifra disparatada a detraer de los presupuestos estatales, decidiendo la reconstrucción de Ucrania a manos de la iniciativa privada, sin prisas por finalizar la guerra. A esta Europa en armas le resulta obligado, y apetecible, seguir hostilizando a Rusia como enemiga construida, aun sabiendo lo mucho que lograría volviendo a las buenas relaciones y mostrándose firme frente a Estados Unidos (y dejando de engañar a Ucrania con promesas de más eficaz armamento y victoria final segura).
Un sionismo que ahoga a la democracia europea
Cuando Europa exhibe sus valores como creadora de la democracia y celosa de la participación ciudadana en los asuntos públicos, decide -casos destacados del Reino Unido, Francia y Alemania- perseguir y callar a la opinión pública escandalizada con sus políticas prosionistas y solidarias con las matanzas en Gaza. Esto es particularmente cierto en los tres principales estados europeos -Reino Unido, Francia, Alemania-, donde manda el lobby sionista manejando con su dinero y su capacidad de coacción a una gran mayoría de su clase política, así como a los medios de comunicación. Particularmente, el caso del Reino Unido (cuyo primer ministro, Starmer, se declara sionista porque su esposa, y sus hijos, son judíos) no se diferencia mucho del “modelo” norteamericano: en Londres, como en Washington, las cámaras parlamentarias se mantienen indefectiblemente del lado de Israel y sus crímenes, controlados sus miembros por la larga mano de Israel.
Muy parecida situación es la de Francia, por lo que a la clase política y los medios de comunicación se refiere, mereciendo destacarse a su presidente, Emmanuel Macron, criado para la poco limpia “ciencia” financiera en los pechos de la banca Rothschild, una de las más importantes sagas de banqueros judíos inmorales (financiadores históricos de guerras de unos y de sus contrarios, sin más norma que el beneficio usurario).
Y respecto a Alemania, siempre Alemania, sus miserias políticas acumuladas muestran una concreción inquietante en su actual canciller Friedrich Merz (hijo de nazi, según algunos cronistas), siniestro personaje al que tanto le cuesta mirar de frente y al que acompañan, felices y contentos, unos socialdemócratas que, en verdad, compiten con esos conservadores en su fidelidad con los genocidas israelíes, según la práctica tradicional de la Internacional Socialista. Un tipo que no se priva de amenazar a Rusia con sus planes militaristas, y al que hay que prestar muy seria atención.
Estas potencias europeas, sobre todo las dos primeras, ya no tienen el menor problema en el reconocimiento del Estado palestino, puesto que Israel ha decidido anexionarse sus dos componentes territoriales, Gaza y Cisjordania, haciendo del todo imposible su existencia real; lo que más allá de alguna tímida condena verbal, se embucharán siguiendo su bien pertrechada historia de incondicionales consentidores de Israel.
Infames políticas migratorias
Cuando Europa exhibe sus valores, como son la caridad cristiana y la obligación (internacional) de auxilio a los náufragos, endurece sus políticas migratorias y maltrata a los desheredados de la tierra que llegan hambrientos o perseguidos, optando entre el rechazo y devolución a sus países de origen o la deportación y confinamiento en países infames que venden su dignidad por unos millones. Son estos, Estados europeos católicos o protestantes, qué más da: es el (realista) mensaje evangélico cristiano en cualquier caso el que late bajo esas medidas tan compasivas; aunque es necesario señalar como Estados más reaccionarios e inhumanos precisamente a los más católicos: Polonia, Hungría, Austria, Italia…, que añaden a su hipocresía cristiano-europea, el buen trato que han deparado a los refugiados ucranianos, no ya por ser cristianos sino, principalmente, por incordiar a Rusia.
Naturalmente, ninguno de esos países europeos de entre los de mayor pedigrí colonial-imperial -léase el Reino Unido, Francia, España, Holanda, Bélgica, Italia e incluso Alemania- tienen la ocurrencia de mirar su historia, examinar su conciencia y sentirse culpables de la miseria, la aculturización y el subdesarrollo socioeconómico de esas masas desesperadas, a las que oprimieron durante siglos de explotación y abusos.

Emigrantes Italia. BBC News.
Nada de lo cual impide que se siga aludiendo, con aparente seriedad, a las “raíces cristianas de Europa”, de lo que el Papado hace uso con cierta frecuencia atribuyéndose ese eslogan como mérito propio, pero que no suele honrar cuando de expresarse sobre tragedias humanas se trata, como sucede con la de Gaza: en este caso, el Vaticano más parece un nido de purpurados y monseñores cómplices y desalmados.
Cuando Europa exhibe sus valores… se acaba cubriendo de infamia, cinismo y crimen.
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