“El mito de la normalidad”


Lena Pettersson

“El mito de la normalidad: Trauma, enfermedad y curación en una cultura tóxica”, es el libro más reciente del médico y escritor canadiense Gabor Maté. En sus más de 500 páginas, escritas en colaboración con su hijo Daniel Maté, el autor analiza las causas y consecuencias de los traumas, sus impactos en nuestros cuerpos y cómo cerrar las heridas que suponen. A pesar de la gravedad del tema, el libro se lee casi como una novela gracias a todas las historias humanas que con gran sinceridad y compasión relata.

Para explicar el título del libro, ya en la introducción Maté da la vuelta a la visión habitual de las enfermedades y los trastornos: estos, en lugar de ser anomalías fortuitas que sufrimos, Maté los considera consecuencias normales y señales de alarma de una cultura económica y social que es profundamente dañina. No solo el sistema imperante permite la contaminación y el envenenamiento del agua, aire, suelo y de nuestros cuerpos con sustancias tóxicas, sino también fomenta la desconexión – la alienación – de nosotros mismos, de los demás y de la naturaleza. 

Sociedad traumatizante

Gabor Maté define trauma como “una herida interna, una ruptura o partición duradera del yo debida   a sucesos dolorosos”, y como “una lesión psíquica que se nos enquista en el sistema nervioso, en la mente y en el cuerpo, que dura mucho tiempo después del incidente que la originó y que puede activarse en cualquier momento.”

Considera la sociedad actual como profundamente “traumatizante”; fomenta el estrés, la ignorancia, la degradación ambiental, el cambio climático, la desigualdad, la confrontación y el aislamiento social – y es incapaz de entender que el fuerte incremento de dolencias físicas y mentales es un síntoma de que vamos en dirección equivocada. Hemos “normalizado” comportamientos narcisistas y psicópatas, como los de la industria alimentaria en su búsqueda de mezclas óptimas de azucar-sal-grasa para engancharnos a los productos comestibles ultraprocesados, aun sabiendo lo dañinos que son para nuestra salud; o como el “neuromarketing” de las empresas digitales, que recurren a la neurociencia para encontrar la forma de excitar al máximo los circuitos cerebrales del consumidor con el fin de hacerle adicto a sus productos. O los de los políticos que firman tratados comerciales que enriquecen a algunas personas y condenan a muchas más a la pobreza y al hambre…

Esto, Maté lo considera “normalidad maligna”, y no ve probable que el sistema capitalista global llegue a ver su propia naturaleza y cambie. Ni podemos esperar que las instituciones académicas y los grandes medios de comunicación quieran abandonar su papel ideológico de justificar y apuntalar el sistema, sino nos toca a cada uno – individualmente o en grupos – de buscar y apoyar fuentes alternativas de información, de “exponernos a la incertidumbre”, y permanecer vigilantes ante las muchas formas que el mito de la normalidad procura reforzarse y asentarse.

Señal de alarma ignorado

En el libro Maté comparte algunos datos respecto a la salud en Estados Unidos y Canadá, por ejemplo que en EE.UU. El 60% de la población adulta padece una enfermedad  o trastorno crónico, como hipertensión o diabetes, y cerca del 70% toma regularmente al menos un fármaco recetado. En Canadá, si sigue la tendencia actual pronto la mitad de los adultos sufrirán hipertensión, mientras que sobre todo entre las mujeres están aumentando mucho las enfermedades autoinmunes, e incluso entre los jóvenes los casos de cánceres no relacionados con el tabaco son cada vez más frecuentes. E igual que en Europa, el deterioro de la salud mental preocupa mucho: en 2019 en Estados Unidos más del 20% de la población adulta sufrieron algún episodio de trastorno mental, como depresión o ansiedad.

Estos datos deberían servir como señal de alarma que nos hiciera cuestionar nuestra forma de vivir. Y sin embargo, a nivel mayoritario y oficial, parece que se consideran algo “normal” que no obliga a cuestionar nada.

Como explica Maté, “enfermedad mental” es un concepto muy poco preciso. A diferencia de enfermedades como el cáncer o artritis reumatoide, no hay marcadores físicos que se puedan medir en análisis de sangre, radiografías, biopsias etc para llegar a un diagnóstico; el diagnóstico siempre será subjetivo, basándose en las propias descripciones de las personas afectadas o en la observación de su comportamiento. Demasiado a menudo la psiquiatría comete el mismo error que las otras especialidades médicas: se contenta con poner la etiqueta “enfermedad”, sin intentar comprender los procesos complejos que están enlazados con nuestras experiencias y evolución emocional en la infancia y a lo largo de nuestras vidas.

Sin embargo, el consumo creciente de todo tipo de medicamentos, especialmente psicofármacos, indica un deterioro general de la salud mental colectiva.

La salud mental en España

Busco información en internet sobre España. Según datos del Ministerio de Sanidad, entre 2018 y 2023 el consumo de psicofármacos (ansiolíticos, antidepresivos, somníferos etc) entre la población adulta creció un 23%; el 36% en el caso de los antidepresivos, que suponen casi la mitad de estas drogas adquiridas con receta médica. Por cada mil habitantes, en 2023 se consumía 184 dosis diarias de algún psicofármaco; es decir, uno de cada seis personas en España se medica regularmente por algún trastorno mental. Entre los jóvenes (de 15 a 24 años) el aumento es aún más grande; en este grupo el consumo de antidepresivos aumentó ¡un 131%!

En cuanto al aumento de las enfermedades como el cáncer, el diabetes, o las enfermedades autoinmunes, la explicación más extendida parece ser el “envejecimiento de la población”. En su libro, Maté nos proporciona una visión alternativa de la edad y las enfermedades: un amigo psiquiatra de orígen Lakota, Mehl-Madrona, cuenta como su bisabuela no relacionaba la enfermedad con la muerte; para ella, la muerte significaba que nuestro tiempo se ha agotado, mientras que la enfermedad simplemente es algo por lo que tal vez uno tenga que pasar. De hecho la mujer, que con sus más de noventa años seguía gozando de buena salud, una tarde anunció a su familia que se iba a morir esa noche. “Tonterías; estás muy bien” le dijo una nieta, a lo que replicó la anciana que eso no tenía nada que ver. Y a la mañana siguiente la encontraron muerta. Así se cumplió su advertencia de que habría que irse con buena salud “para poder celebrar cuando lleguemos al otro lado”. Contrasta esta visión con la que un profesor le transmitió a Mehl-Madrona cuando estaba estudiando la carrera de medicina de que “la vida es una progresión implacable hacia la enfermedad y la muerte; la tarea del médico es ralentizar ese declive”.

Traumas personales

Tendemos a relacionar las traumas a nivel individual con sucesos dramáticos y catastróficos, y de hecho parece que los casos de diferentes tipos de abuso durante la infancia son más frecuentes que lo que queríamos creer. Sin embargo, también pueden tener su origen en una simple sensación de abandono y falta de contacto en nuestros primeros años de nuestras vidas. 

En el caso de Gabor Maté, su propia trauma sí tiene un fondo dramático. Es judío, y nació en Budapest en 1944. En 1945, ya que temía por su vida, su madre entregó a su bebé de un año a una desconocida en la calle para que le llevara a unos parientes que estaban escondidos en un lugar más seguro. Sus abuelos maternos murieron en Auschwitz, pero la separación entre su madre y él terminó después de que el ejercito ruso entrara en la ciudad. Sin embargo, como era demasiado pequeño para entender que la entrega a una persona desconocida se hizo para salvarle la vida, para él su madre le abandonó porque no le quería. Y en el primer capítulo del libro cuenta como ese trauma todavía 70 años después le hacía sentirse tan dolido porque su mujer un día no fuera a buscarle en el aeropuerto que durante más de un día no le dirigía la palabra, hasta darse cuenta de lo que le pasaba.

Caminos de sanación

Pero no tenemos que dejar que los traumas determinen nuestras vidas; hay caminos hacia la sanación,  a la curación, al “healing” (en inglés) que se refiere a volver a estar “entero” en lugar de roto y fragmentado. Subraya Maté que la sanación no es lo mismo que la “automejora”, sino que se trata de recuperar partes de nosotros mismos que habíamos mutilado como mecanismo de defensa contra el sufrimiento. El punto de partida es “el reconocimiento de nuestro sufrimiento y el sufrimiento en el mundo”, pero sin quedarnos atrapados en el dolor o el victimismo;  simplemente habrá que atrevernos a ver nuestro pasado y presente con la mayor claridad posible, a través de lo que Maté denomina “exploración compasiva” – una exploración que requiere sobre todo humildad, que reconozcamos que todavía no sabemos las respuestas, e incluso que quizá todavía no hemos dado con las preguntas adecuadas.

Aunque los caminos sanadores son múltiples, Maté nos explica que en todos ellos hay cuatro principios generales: 

– La autenticidad, el ser fiel a nosotros mismos y reconocer nuestras emociones, sin juzgar.

“Agencia”, que nos demos cuenta de que podemos actuar

– La acceptación de nuestro enfado – que según Maté en su forma natural y saludable es un mecanismo de defensa en un momento determinado contra una violación de nuestros límites. Sin embargo, recuerda que “tanto el enfado suprimido como la rabia desproporcionada son tóxicos”.

– La acceptación o el reconocimiento de que en este momento las cosas son como son – lo que no significa en absoluto acceptar que siempre vayan a seguir así, sino dejar de negar la verdad, no intentar escaparnos de ella mediante diferentes fantasías.

Todo esto vale tanto para nuestra situación personal, como para los traumas e injusticias a nivel social; para eliminar cualquier lacra social primero hay que reconocer que existe y que causa sufrimiento, antes de preguntarnos qué podemos hacer para eliminar tanto los síntomas como las causas profundas.

Las ilusiones perdidas

En esta búsqueda de verdad, de claridad, Gabor Maté nos hace una pregunta: ¿Preferimos estar ilusionados (en el sentido de agarrarnos a un ensueño, a un espejismo) o desilusionados (es decir, desengañados)?

Cuenta que él mismo a lo largo de su vida ha sufrido una serie de desengaños, al darse cuenta que sus ideas en realidad eran espejismos. La primera fue en 1956 cuando el ejército ruso invadió Hungría, suprimiendo la insurrección popular; de repente, ese ejercito que Gabor Maté había idealizado por haberle salvado la vida en 1945 ahora era el enemigo. Luego, cuando Gabor tenía 13 años su familia pudieron emigrar como refugiados políticos a Canadá, un país donde eĺ creía reinaba la justicia y la libertad – hasta que se enteró de la brutal discriminación y de la “destrucción genocida de la existencia comunal” de los pueblos indígenas. Y en su relación con Estados Unidos, que en la mente de Gabor había reemplazado a la Unión Soviética como el país luminoso y bastión de esperanzas y oportunidades, la guerra de Vietnam y las mentiras para justificarla le hicieron ver que no era menos cruel y egoísta que su rival. También su sueño acerca de Israel como la encarnación de un renacimiento judio en su patria ancestral se rompió al darse cuenta que ese sueño se había materializado a costa de una pesadilla para los habitantes palestinos. Cuenta que se pasó dos semanas llorando después de visitar a Gaza y Cisjordania (mucho antes de esta última fase del genocidio, que Maté ahora está denunciando en multitud de charlas y entrevistas que se pueden encontrar en youtube).

Explica que a pesar de que todos estos desengaños fueron dolorosos, ya que significó dejar atrás partes importantes con las que había construído su mundo, no lamenta en absoluto haber pasado por ellos, por la libertad que de esta forma ha ganado. 

En otro sentido: los mitos antiguos

En uno de los últimos capítulos Maté nos recuerda que su uso (en el libro) de la palabra “mito” – en el sentido de idea falsa – de hecho es contrario a la mayor parte de la historia cultural de la humanidad: hasta hace poco, los mitos se consideraban fuentes de conocimientos y parte integrante de cualquier cultura sana. En ese sentido, los mitos podrían ayudarnos a conectar con sabidurías antiguas, y a entender que nada existe de forma aislada, que todo está interrelacionado. Que no se puede separar la mente del cuerpo, ni el ser humano de la Naturaleza.

                                                                              ***

Los libros anteriores de Gabor Maté incluyen “En el reino de los fantasmas hambrientos: encuentros cercanos con la adicción”, “Cuando el cuerpo dice NO: la conexión entre el estrés y la enfermedad”,  y “Mentes dispersas: los orígenes y la curación de trastorno por déficit de atención”.

“El mito de la normalidad”, de Gabor Maté (2022, versión en español publicada en 2023)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Últimas publicaciones
  • Viñeta de EL KOKO.

    No le han dado el Nobel de la Paz

    Viñeta de EL KOKO.

    Redacción/
    octubre 24, 2025
  • El mercado es Dios, hasta que pierden los grandes

    Otro vergonzoso ejemplo de la falacia del mercado, y del poder real de las grandes corporaciones por encima de las leyes y la competencia,

    Redacción/
    octubre 22, 2025
  • Por Atxe.

    Violentos

    Por Atxe.

    Redacción/
    octubre 22, 2025
  • Llamada a una concentración contra la ley de Simplificación Administrativa de Cartagena

    La Plataforma Stop Biogás- Los Camachos-Cartagena-Mar Menor convoca  el miércoles día 22 a las 9:00 horas en el Paseo Alfonso XIII 54 frente de  la Asamblea Regional a una concentración contra la “Ley de  Simplificación Administrativa” 

    Redacción/
    octubre 21, 2025