
Por blancaort
De la redacción de Descifrando la Guerra.
A lo largo del siglo XX, la región del Mediterráneo oriental fue ganando relevancia debido a los descubrimientos de yacimientos de hidrocarburos. Dentro de esta área geográfica destaca la Cuenca del Levante, situada frente a las costas de la Franja de Gaza, Israel, Líbano y Chipre y reconocida como una zona de alto potencial para la explotación de gas natural.

La magnitud de esta zona es tal que, ya en 2010, un informe del Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS) estimó que podría poseer recursos no descubiertos de petróleo por 1.700 millones de barriles y de gas natural por 3.452 millones de metros cúbicos, los cuales, según este organismo, podrían abastecer a la región a niveles de consumo de 2010 casi indefinidamente.
Los yacimientos de gas natural en la cuenca del Levante están distribuidos en varios campos. Entre ellos destaca el campo Leviatán, descubierto en 2010 a 130 kilómetros de Haifa, Israel. Otro campo importante es Tamar, ubicado a 90 kilómetros de Haifa, junto con el campo de Dalit, localizado a 65 kilómetros de la misma ciudad. En definitiva, estos campos le permiten a Israel abastecer tanto la demanda interna como la externa a través de la exportación mediante gasoductos, lo que ha representado un avance clave para la industria energética israelí.
Dentro de la misma cuenca del Levante se encuentra el campo de Afrodita, situado en aguas de Chipre, en una zona donde este país e Israel comparten frontera marítima. Finalmente, se encuentran los campos Marine 1 y 2 situados frente a la Franja de Gaza y que, pese a que fue descubierto en el año 2000, han permanecido sin ser explotados hasta la fecha.
Actualmente, Palestina depende casi por completo de las importaciones de energía procedentes de Israel, lo que la coloca en una posición de alta vulnerabilidad energética. Esto plantea una cuestión clave: ¿por qué, a pesar de contar con dos campos gasíferos que podrían ofrecerle un grado de independencia económica, Palestina sigue dependiendo energéticamente de Israel?
Intentos de explotación de gas en Gaza
En septiembre del año 2000, el líder palestino Yasser Arafat declaró viendo una llamarada de gas: “Un regalo de Dios para nosotros, para nuestro pueblo, para nuestros hijos. Esto [los yacimientos de gas] proporcionará una base sólida para nuestra economía, para establecer un Estado independiente con la santa Jerusalén como su capital”.
Dos años después, se buscó poder construir un gasoducto que conectase el campo con una terminal de procesamiento en tierra para, posteriormente, poder suministrar el gas a Israel –antes de que estos descubriesen sus propios campos–. Sin embargo, esto nunca ocurrió. Los textos formales establecen que se debió a una falta de acuerdo de los términos comerciales, pero la realidad es que el primer ministro israelí, Ariel Sharon, había vetado el plan bajo la premisa de que dichas ganancias se usasen para apoyar el “terrorismo”.
Entre 2006 y 2007 también hubo negociaciones que no fueron fructíferas alegando, nuevamente, desacuerdos comerciales. No obstante, la realidad fueron problemas políticos entre ambos, entre los que destacan el secuestro del soldado israelí Gilad Shalit por militantes con base en la Franja de Gaza en 2006 y la toma de control del enclave palestino por parte de Hamás en 2007. Posteriormente, el descubrimiento de Israel de sus propios campos gasíferos cambio la balanza de poder en términos energéticos.
Entre 2011 y 2013 se volvió a explorar la posibilidad de que Israel pudiese explotar los campos gazatíes tras cierta insistencia de Estados Unidos, alegando los aspectos positivos del desarrollo económico palestino. De hecho, se rumoreaba que el primer ministro Benjamín Netanyahu era “muy favorable” al proyecto. Esta misma situación se ha ido repitiendo a lo largo de los años y en ninguno de los intentos se llegó a buen puerto.
Con todo y con eso, la cuestión volvió a la mesa de debate tras la guerra de Rusia con Ucrania y la consecuente crisis energética global. En este contexto, la creación en 2019 del Foro del Gas EastMed, una organización regional destinada a coordinar el desarrollo del gas natural con la participación de Chipre, Egipto, Grecia, Israel, Palestina y Jordania, facilitó el establecimiento de una red de intereses comerciales y energéticos compartidos. Este marco permitió la firma de importantes pactos, como el acuerdo marítimo entre Israel y Líbano y el acuerdo formal para la exportación de gas natural de Israel a Europa a través de Egipto.

En junio de 2023, el gobierno de Netanyahu aprobó de manera provisional –y sujeto al mantenimiento de la seguridad de Israel– comenzar el desarrollo del campo de gas Marine de la mano de la Autoridad Palestina y Egipto. Este proyecto permaneció bloqueado comercialmente por Tel Aviv durante aproximadamente 20 años. Aunque legalmente Gaza Marine pertenece a la Autoridad Palestina, la toma de control de Gaza por parte de Hamás generó preocupaciones de que los beneficios obtenidos pudieran destinarse a financiar su organización.
Este acuerdo provisional generó expectativas tanto de mejora económica para Palestina como de que dicha cooperación sirviese de preámbulo para un avance en el conflicto palestino-israelí. Sin embargo, la guerra entre Hamás e Israel surgida unos meses después, en octubre de 2023, no solo paralizó estas negociaciones y amenazó la seguridad de las plataformas gasistas en la costa israelí, sino que también aumento las dificultades en términos de coste político de aquellos países árabes de la región que buscasen alcanzar nuevos acuerdos energéticos con el Estado hebreo.
Herramienta de cooperación regional
Como ya ha sido adelantado anteriormente, la creación en 2019 del Foro del Gas EastMed facilitó, aunque no exento de controversia, la cooperación entre los países que lo componen vía intereses energéticos. De esta manera, en 2019 Israel comenzó a exportar gas natural a Jordania desde el Mediterráneo, el cual llevaba sin tener un suministro estable durante años. Igualmente, vía la adquisición económica del yacimiento de Tamar, se produjo la mayor operación económica entre Emiratos Árabes Unidos e Israel desde la normalización de sus relaciones bilaterales.
Otro llamativo ejemplo de la diplomacia del gas lo encontramos entre Israel y Líbano. A pesar de ser dos países con un historial de conflictos largo y que no mantienen relaciones diplomáticas, el descubrimiento de los yacimientos de gas Qana y Karish en su frontera marítima compartida actuó como un catalizador, propiciando un acuerdo en octubre de 2022.
Binomio en la explotación del gas de Gaza
Actualmente se estima que el yacimiento de Gaza Marine posee más de 1 billón de pies cúbicos estándar de gas, cantidad con la cual Palestina podría tanto autoabastecerse como exportarlo. Así pues, de acuerdo con estudios iniciales, sustituir la energía importada, como la electricidad y los combustibles refinados, por gas natural autóctono generaría ahorros anuales superiores a los 560 millones de dólares. Además, abriría oportunidades para el desarrollo de nuevos negocios e inversiones extranjeras, impulsando así el crecimiento del sector energético palestino y, en consecuencia, favoreciendo la economía del territorio.
De igual manera, tendría un impacto ambiental positivo al reemplazar el uso frecuente de generadores diésel descentralizados, los cuales, al ser empleados como sustitutos del suministro eléctrico de la red, contribuyen significativamente a la contaminación del aire en las principales ciudades. Además, cabe recordar que el elevado costo del combustible hace que su uso sea inaccesible para las familias de bajos ingresos, convirtiendo la electricidad en un lujo.
Sin embargo, la realidad a la que se enfrentan es que no tienen acceso a ningún tipo de combustible y, en caso de tenerlo, ha sido bajo la directiva unilateral de los gobiernos de Israel. La Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) en 2019 afirmó que, si bien a día de hoy Palestina no parece un país rico, en realidad lo es.
Mientras tanto, se observa un sueño de autosuficiencia y prosperidad frustrado para la población palestina, frente a un gobierno sionista que se esfuerza en convertir a Israel en una economía de recursos y en un centro energético regional. En la consecución de este objetivo, Tel Aviv ha ido duplicando el tamaño de su cadena de valor del gas, según un informe del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford.

Asimismo, Israel continúa aumentando la concesión de licencias a nuevas y ya conocidas empresas, como British Petroleum, para la exploración y el descubrimiento de nuevos yacimientos de gas natural en el mar. Actualmente, extrae más gas que cualquier país europeo y, en el marco del memorando de entendimiento trilateral (UE-Egipto-Israel), se convertiría en unos de los principales proveedores de Europa.
Desde la perspectiva israelí, la colonización total de la Franja de Gaza puede resultar muy atractiva en términos energéticos y logísticos, ya que este territorio funcionaría como un punto estratégico de distribución. Además, su control aumentaría aún más el poder energético de Israel si logra hacerse con el campo de gas Gaza Marine.
Por tanto, se han podido observar ejemplos de cómo los recursos energéticos del Mediterráneo oriental sirven como medio de cooperación regional a través del cual dejar atrás disputas en pro del beneficio económico y de la seguridad energética. Sin embargo, como se ha ido repitiendo a lo largo de las décadas, los avances logrados en términos de integración energética son disfuncionales si no tienen en cuenta un plan de paz y normalización que incluya a Palestina.
La forma más viable de explotar Gaza Marine requiere la aprobación de Tel Aviv, ya que la opción más eficiente consiste en conectar el yacimiento a la red de gasoductos en el lecho marino de Israel y, desde allí, transportarlo a la planta de procesamiento situada cerca de Ashdod. Posteriormente, el gas sería distribuido a Cisjordania a través de la infraestructura israelí.
Dado el contexto actual, la explotación del gas en la costa de Gaza es sumamente improbable en el corto plazo, lo que retrasa indefinidamente su implementación y el impacto positivo que podría tener en la población palestina. En definitiva, esta situación está vinculada a los intereses energéticos de los yacimientos de gas y petróleo en la región en un contexto donde el apartheid y los crímenes de guerra cometidos por Israel contra los palestinos reflejan el control y la lucha por estos recursos.
Fuente:Descifrando la Guerra

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