Iris A. Luz.
En este artículo, la autora reflexiona el poder adquirido por los ganaderos en la comarca de Sanabria sobre el territorio y las repercusiones que esto tiene sobre la emergencia climática, el despoblamiento rural, el maltrato animal y la ocupación indebida y privativa de espacios públicos.
El pasado 6 de julio de 2025, llegamos al lago de Sanabria mientras sonaba la música de un evento internacional de regatas de piragüismo presentado por una voz en inglés. Nosotras, amantes de estas tierras desde jóvenes, habíamos asistido hacía solo una hora a un acontecimiento ilustrativo y demoledor, a un encuentro caciquil y terrorífico nada cosmopolita. Un día más, nos encontramos un camino público (en este caso, tanto camino tradicional como GR) y señalizado en los mapas del parque cortado sin explicaciones, tras habernos topado con carteles indicativos de dicho camino, por cierto, repetidas veces vandalizados. Una vez más, estábamos transitando un camino público dibujado en los mapas como tal, ejerciendo derechos reconocidos en la constitución (artículos 19 y 45).
Al llegar al pueblo en cuestión, hicieron su aparición tres perros sueltos cuyos ladridos y actitud de ocupar el territorio amedrentaría a cualquiera. Luego se sumó otro, después otro… Así, hasta llegar a unos once. Esta vez, tuvimos algo más de suerte que en ocasiones anteriores (en las que el camino estaba completamente tomado y los perros se nos enfrentaron sin que hubiera nadie a su cargo en las cercanías) puesto que andaban por allí los humanos “responsables”. Uno de los hombres gritó ante nuestras quejas, alarma e indignación: “hay carteles por todas partes alertando de que existe peligro y animales sueltos” Algo que no era cierto ni habría convertido en legal lo ilegal, obviamente.

Y, aún siendo muy grave que la actitud abusiva e invasiva de los ganaderos no permita al público visitante o estacional hacer senderismo, lo peor es el grado de sometimiento, autoconfinamiento, terror y resignación en el que se han sumido las y los habitantes de estos pueblos, que sufren a diario la imposición de empresarios que, para colmo, se nutren de ayudas pagadas con los impuestos de la ciudadanía a la que privan de derechos. Y es que ese encontronazo algo traumático -y fueron más de siete entre la primavera y el verano- nos dio la oportunidad de conversar de nuevo con habitantes de los pueblos de la región. Cada entrevista informal refuerza el contenido de la anterior: describe el proceso de apropiación y abuso que unos cuantos están ejerciendo impunemente, mientras la aparente inacción de las instituciones añade resignación al miedo. Así, Sanabria es el territorio en el que los más fuertes imperan, saquean, esquilman, roban espacio y, en definitiva, se han adueñado de casi todo, mostrando la arrogancia de quien se sabe fuera de la ley. Estas son algunas de las frases con las que ciudadanía de Sotillo se desahogó:
“A mí me encanta andar, pero no paso por ahí por miedo. Ando unos veinte kilómetros, siempre por la carretera. Es normal que a este pueblo venga cada vez menos gente”.
“Uno de mis nietos tiene terror a pasar por ahí. Ya van más de doscientas denuncias pero todo sigue igual”.
En otros pueblos nos han relatado experiencias como estas, todo ello en relación con caminos tradicionales o rutas de montaña:
“El mastín del ganadero de esta finca se nos tiraba desde ahí arriba cada vez que pasábamos, y nos enseñaba los dientes.Teníamos que amenazarle y, aún así… Aquí no se puede caminar con tranquilidad. Pero, como son vecinos… Nadie denuncia.” “Al ganadero se lo dices y se encoge de hombros. Todo esto hasta que pase algo como lo que ocurrió hace dos años en otro pueblo de Zamora. Y, a quien le toque…”
“Entran en nuestras fincas, destruyen cosechas y plantones, pastan donde quieren sin pagar nada a nadie. Mientras, reciben dinero de nuestros impuestos por cada vaca”
“Mi hija y unas amigas vinieron ayer temblando después de encontrarse a varios perros, no uno, sueltos y amenazantes, sin pastor a la vista, en la ruta del Lago y los Monjes, bajando a Ribadelago”
“Las personas mayores ya tienen miedo. Te acercas a la ruta del cañón del Tera y salen tres o cuatro mastines a ladrarte, impidiéndote el paso. Gritas y allí no aparece nadie”
“Estos perros, para colmo, no están registrados, ni vacunados, ni nada. Si cometen cualquier tropelía, los dueños no declarados dicen que no son suyos”
“Se me acercaron varios y tuve que subir más y más la voz. Me rodeaban ladrando. Si les tienes miedo y te achantas, te comen”.
¿Qué ha cambiado? Nos cuentan que el ganado que antes estaba repartido entre varias familias ahora se concentra en muy pocas manos. Diríase que algunos quieren despoblar más la zona, tal vez para convertirla en puro pasto al servicio de su sed de dinero mientras someten a animales a los que solo ven como carne con patas -carne destinada a consumidoras/es de países ricos, a costa del hambre de millones que podrían alimentarse de no ser por la ganadería; a costa de la destrucción del futuro de todo el planeta. Los juzgados, las fuerzas del orden, los ayuntamientos, la comunidad, ¿por qué no actúan? ¿Estarán en disposición de asumir la responsabilidad de las posibles consecuencias? ¿Cuántas desgracias más tendrán que ocurrir? ¿Hasta cuándo seguirán estas personas que habitan la región atrapadas en la cárcel de su propio pueblo? Y el gobierno central, ¿cuándo dejará de apoyar este negocio mientras lava su imagen con un “Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico”?
Emergencia climática, despoblamiento rural, maltrato animal y ocupación indebida y privativa de espacios públicos. Todo esto lo financiamos quienes lo sufrimos y todo esto lo están causando los mismos empresarios que algunas personas defienden e idealizan porque “limpian el monte y así evitan incendios”. Y tal vez pueda parecer así a quienes solo se desplazan en coche o no salen de sus despachos, o a quienes no saben o pretenden tapar hasta qué punto la actividad ganadera es responsable de la emisión de gases de efecto invernadero, contaminación de aguas y destrucción de la tierra. El entorno natural es un bien que la ciudadanía y las instituciones deberían defender, porque de ello depende la existencia digna de nuestra especie y de todas las demás. El derecho a disfrutarlo no debe supeditarse al afán de lucro de unos cuantos, sean pocos o muchos.
SOS Parque Natural Lago de Sanabria y Sierras Segundera y de Porto y alrededores.
Iris Arco Luz, Una amante de la región de Sanabria, de Zamora, y de la naturaleza.







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