El rearme de la Unión Europea. ¿Nos toman por estúpidos?

Un cementerio de vehículos de guerra en Hostomel. Fuente: BBC

Por Raúl Radovich

Este es el primer artículo de una serie donde trataremos de explicar las causas que la histeria guerrera de la UE y los medios nos pretenden vender como una nueva normalidad.

El cambio radical de la Administración Trump en relación a la guerra en Ucrania, y los nuevos episodios del conflicto entre Irán e Israel vuelven a plantear si una guerra generalizada sigue siendo probable. Así como después de los felices treinta años posteriores a la Segunda Guerra Mundial siguió un periodo de relativa ausencia de gran conflagración al tener EEUU una hegemonía sin discusión, ahora, con la emergencia de Rusia como primera potencia nuclear, y China en disputa por ser la principal economía en el mundo, se abre una serie de interrogantes sobre si será posible alcanzar un nuevo punto de equilibrio, o por el contrario, si en el proceso de cambio puede haber enfrentamientos que finalmente hagan estallar un conflicto con muchos actores sin un claro control de las consecuencias. En ese marco, nos interesa analizar qué papel, secundario por supuesto, está cumpliendo la Unión Europea.

El riesgo de una nueva guerra mundial

“La guerra (en todas sus variantes, de clases, racial, sexual, neocolonial etc) es el régimen de verdad del capitalismo. En apenas un siglo (1914- 2024) el capitalismo ha llevado cuatro veces a la humanidad al borde del abismo y hoy doblemente: la guerra imperialista, pero también el desastre ecológico abre la posibilidad muy real de que los humanos no podamos habitar el planeta” (M. Lazzarato El imperialismo del dólarpágina 15).

Trincheras en la Primera Guerra Mundial. Fuente: Wikimedia Commons.
Trincheras en la Primera Guerra Mundial. Fuente: Wikimedia Commons.

Efectivamente, esta tendencia, las contradicciones entre un mundo finito y su estructura de estados controlados por la dinámica de crecimiento de las empresas en constante expansión, está presente desde los inicios del capitalismo. Pero se manifiesta con toda su crudeza cuando el imperio de la mercancía se enfrenta a un marco donde no hay nuevas fronteras que conquistar. Aunque se mantiene un proceso de mercantilización de nuevas actividades económicas, como las de cuidado, que antes no formaban parte de la circulación de mercancías, los obstáculos a la expansión, generada por la ausencia de nueva demanda efectiva hace que la destrucción aparezca como una alternativa para la continuación de la acumulación capitalista.

Con el desarrollo de las armas de destrucción masiva, gracias a la energía nuclear, la utilización de las mismas no puede hacerse sin tener en cuenta que lo que se pierde puede ser superior a lo que se gana. Llevamos ya ochenta años con el peso de esa incertidumbre. Sin embargo, bien por el empate generado por la estrategia de la disuasión mutua asegurada, primero y a continuación por la hegemonía unipolar de EEUU, el llamado “fin de la historia”, las armas atómicas no han vuelto a ser utilizadas, a pesar de los innumerables conflictos.

Por eso, ante este largo periodo de estancamiento, desde los años setenta, en que la guerra se presenta siempre como una “salida” tentadora, tal como ocurrió en las guerras mundiales anteriores, el peligro se acrecienta ante la capacidad de destrucción de las nuevas armas, constantemente renovadas. Sin embargo, el mantenimiento de esta tendencia no significa, que cualquier guerra parcial pueda convertirse en una guerra global. De lo que se trata es de analizar cómo las guerras secundarias están relacionadas con el conflicto central de todo este período.

Para entender la crisis de todo tipo que estamos viviendo hay que partir del particular momento histórico, con sus características específicas, en el que nos hallamos inmersos. A pesar de que múltiples crisis se superponen y reinan el desorden y la precariedad, donde nadie puede prever con cierta consistencia el futuro más próximo, hay dos certezas que nos permiten entender parte de lo que está pasando.

Por un lado, un cambio en la lucha por la hegemonía mundial cuya característica principal es el desplazamiento del centro de gravedad del capitalismo desde Occidente hacia Oriente, en una etapa donde el crecimiento de uno sólo se puede lograr si el otro pierde. No hay win win (que todos ganen al mismo tiempo) posible, a pesar de los ingenuos que piensan en una convivencia pacífica mutuamente enriquecedora. Por el otro, dicho enfrentamiento se produce en un marco donde la finitud de los recursos naturales, y las consecuencias del desarrollo industrial, con el calentamiento global en primer lugar, hacen imposible desconocer los límites que está traspasando el capital en su devenir hacia un imposible crecimiento sin fin.

Ambas cuestiones, que están relacionadas, pero no son el mismo fenómeno, potencian una deriva hacia enfrentamientos militares que superan en mucho el riesgo que conoció la sociedad humana en los dos conflictos que afectaron de lleno al continente europeo en la primera mitad del siglo veinte, provocando la muerte de entre 70 y 105 millones de personas.

Cambio de época. La nueva normalidad.

“Titulares tales como «La inestabilidad global es la nueva normalidad» (Alonso, 2022); «Nueva normalidad de una posible guerra» (Cuesta, 2022), «Hoy la guerra es la nueva normalidad» (Mendoza, 2024) o «Armamento, ¿la “nueva normalidad”?» (Vallejos 2024) no hacen más que confirmar la hipótesis de que la construcción de una nueva normalidad diferente a aquella en la que se supone que vivimos es urgente.”

¿Qué ha pasado en Europa para que después de medio siglo desde la finalización de los “felices treinta años” que se iniciaron con la terminación de la segunda matanza del siglo XX, en pocos meses se haya pasado de un escenario donde la guerra parecía un mal sueño, a uno nuevo donde aparecen noticias como el crecimiento desmesurado de los presupuestos militares, o la intención de universalizar el reclutamiento militar, incorporando a las mujeres o la formación de la ciudadanía en medidas de supervivencia, por citar solo algunos ejemplos?

Con el papel fundamental de los medios de comunicación, que transmiten el mismo mensaje, se ha creado un discurso único que los gobiernos y la mayoría de los partidos políticos han repetido sin que las voces disruptivas, una minoría, haya podido hacer valer sus argumentos, algo que no sucedió en 2003, cuando, con la guerra de Irak, la fuerza de las movilizaciones en las calles creó una repulsa que puso a los partidarios de enviar efectivos y armas a la defensiva, al menos en lo discursivo.

Movilización masiva 16/02/03 contra la guerra de Irak. Fuente: El País.
Movilización masiva 16/02/03 contra la guerra de Irak. Fuente: El País.

El actual reflujo de la contestación social ha permitido que los políticos europeos se conviertan en auténticos actores que interpretan su papel, que poco tiene que ver con las preocupaciones de una sociedad guiada por las necesidades que genera la sociedad de consumo y mucho menos por las nuevas demandas generadas por la precariedad y el cambio climático. En un período de crisis, como el actual, la mayoría de la población se ve obligada, cada vez más, a hacer frente o bien a las deudas generadas por esa incitación al consumo, o bien a las dificultades para cubrir los costes necesarios para sobrevivir cuando los ingresos son insuficientes y menguantes los derechos.

Esta característica de los partidos políticos no ha hecho más que agudizarse a partir de la crisis que se inició en los setenta confirmando la tesis que tan bien defiende Diesen: “La clase política que surgió en Europa después de la Guerra Fría se volvió excesivamente ideológica y se involucró en narrativas para construir socialmente nuevas realidades. La aceptación europea del posmodernismo implica cuestionar la existencia de una realidad objetiva… Si la realidad es una construcción social, entonces las grandes narrativas pueden ser más importantes que los hechos”.

Ni más ni menos lo que vivimos ahora, con discursos, debates y editoriales que nos atemorizan para presentar el rearme como única solución. De esta forma, se vuelve a plantear la encrucijada en que la alternativa “socialismo o barbarie”, que se desprende del análisis de Marx y que Rosa Luxemburgo planteó explícitamente antes que esa barbarie la asesinara, está más vigente que nunca.No sabemos qué lejos está la alternativa a la esclavitud capitalista, pero ya hemos visto los escenarios que pueden conducirnos a la barbarie por la vía de la guerra o las catástrofes, producto de la sobreexplotación de la naturaleza, cuyas manifestaciones ya nadie puede ignorar.

Fieles a su discurso único, pareciera que nada ha sucedido para la UE con el retorno de Trump. La Administración Biden pretendía mediante provocaciones continuas, obligar a Rusia a un constante esfuerzo económico y militar, que eventualmente la llevara al mismo final que la URSS, para intentar desintegrarla y apropiarse de sus inmensos recursos naturales.

Teniendo en cuenta que Rusia es la primera potencia nuclear, dicho objetivo es imposible de alcanzar. Al igual que en la Guerra Fría y dada la relativa paridad en cuanto a recursos nucleares, la experiencia nos indica que el enfrentamiento no se produce directamente, sino que se manifiesta en conflictos menores, que aunque causen muertes y destrucción siempre mantienen un grado de control para que la guerra no alcance dimensiones que impidan resolver o minimizar las cuestiones en disputa.

Este fenómeno pasó en Corea, en Cuba, en el Sudeste Asiático y en África en el siglo pasado y continúa en el nuevo milenio con medio Oriente, África otra vez y de forma moderada en América Latina. Como estos acontecimientos no ocurren de un día para otro, sino que se incuban lentamente mezclando temas de antigua data, con problemas actuales, cada chispa que surge en el mundo provoca la atención de las potencias dominantes, siempre atentas a no perder posiciones o ganar una nueva y el amarillismo de la prensa que trata de transmitir miedo exagerando o minusvalorando cada una de las noticias.

Es muy probable que esta guerra larvada, salpicada de frecuentes estallidos de conflictos se mantenga durante años, donde el declive de la hegemonía de EEUU vaya acompañada de intentos de establecimiento de un nuevo orden. No sabemos de qué signo. Todo depende de un cambio en la movilización y organización de las grandes mayorías. Esa mezcla de problemas viejos y nuevos hace que a la hora del relato cada una de las partes enfrentadas elija a su gusto aquellos elementos que puedan servir como apoyo a cada uno de los contendientes. Así, cada bando tiene su propio totum revolutum que facilita que el paquete de argumentos se adopte en su conjunto. La ciudadanía que quiera informarse o participar en el desarrollo de los acontecimientos tendrá que separar el grano de la paja.

Ante el estallido de una guerra el relato más fácil para conseguir consenso al cual recurrir es declarando la adhesión a la causa del país invadido, salvo… cuando afecta a los intereses de las poderosas fuerzas que, en cada momento, dominan el mundo.

EEUU invadió y se apropió del 55% del territorio mexicano, invadió Vietnam y el resto de países del Sudeste asiático, invadió y destruyó los estados de Irak y Afganistán, destituyó a los gobiernos de Guatemala, Granada y Panamá, entre otras innumerables intervenciones en países en que sus intereses estaban en juego. Para ello cuenta con cientos de bases militares en todo el mundo y entre 80 y 100 mil soldados sólo en Europa.

España, Inglaterra, Francia, Portugal, Holanda, Bélgica e Italia durante siglos mantuvieron colonias en Asia, Oceanía, África y América, además de las invasiones recíprocas que jalonan la historia europea. Alemania no pudo jugar el mismo papel porque fue derrotada en las dos bárbaras conflagraciones mundiales.

Por lo tanto, los principales miembros de la UE no pueden aparecer como adalides ni defensores de ninguna libertad, ni tienen derecho a indignarse por ninguna violación de fronteras. Se puede alegar que no hay continuidad entre aquellos momentos y la actualidad. Puede ser desde el punto de vista legal, pero al final lo que decide es la fuerza de los ganadores de la Segunda Guerra Mundial, integrantes permanentes con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU y de los que cuentan con la bomba nuclear.

A los efectos de la propaganda lo que cuenta son los relatos que muestran continuidad entre el pasado y el presente. Ninguna versión oficial reniega de esos pasados,por más cruentos que hayan sido. En cuanto se rasca un poco las corazas superficiales de las versiones políticamente correctas de los episodios históricos aparecen los viejos argumentos. La única excepción es quizás Alemania, donde a pesar de que hubo un cierto encubrimiento de los nazis sobrevivientes, se intentó tomar distancia de ese oscuro pasado. La principal prueba es que los partidos de la derecha gobernante, por ahora, siguen sin formar gobierno con la ultraderecha ascendente.

Pero no hace falta recurrir a la historia, el cinismo de la Unión Europea queda nítidamente expresado en la posición actual ante el genocidio que está cometiendo Israel en Gaza donde no han movido un dedo para detener la masacre o para denunciar los bombardeos en Irán.

La guerra en Ucrania

Conviene recordar como Goebbels, el mejor propagandista del gobierno de Hitler convirtió la mentira en la clave para elaborar los relatos del régimen nazi. Desde entonces casi todos los gobiernos han utilizado esta estrategia. Pero en el caso de la UE destaca más porque pretenden aparecer como la luz democrática que ilumina el mundo, cuando, en realidad son el colmo del cinismo, por su historia y su presente.

Vehículos atascados intentaban salir de Kiev, el 24/02/2022. Fuente: El País – Emilio Morenatti (AP).

Como en la guerra fría se hizo con la URSS, para justificar el rearme se subraya el supuesto peligro ruso, que la guerra con Ucrania confirmaría. A partir de ahí comienza el despliegue del resto de argumentos.

Uno de los portavoces de El País resume el principal peligro que significa para la UE el triunfo de Rusia: “Ucrania es hoy todavía más europea. Si cae Ucrania, también caerá Europa.”. De manera que, según el relato, lo que es un acorralamiento de la OTAN a Rusia se convierte en una política de defensa de Europa y de la inviolabilidad de las fronteras. Toda la argumentación a favor del rearme se quiere sostener en base al pecado original de que Rusia invadió Ucrania como si fuera el primer paso para llegar a ocupar todo el continente. Si se desmonta esa explicación, todo el relato guerrero de la UE se viene abajo como un castillo de naipes. Y este relato es muy fácil de desmontar si nos atenemos a los hechos objetivos.

Rusia no invadió ni los países bálticos, Polonia, Suecia o Finlandia, invadió Ucrania porque con la entrada prevista de Ucrania a la OTAN se concluía el encierro de Rusia cuando se prometió una y otra vez que no se produciría después del derrumbe de la URSS, de la cual el estado ruso es legalmente heredero. Que existiera un conflicto armado interno desde hace una decena de años, donde una minoría de ruso parlantes, aunque son abrumadora mayoría en las regiones en conflicto, estaban siendo reprimidos desde el 2014, era una cuestión secundaria ya que rusófonos existen en muchos países y ninguno fue invadido por esa causa.

Formaciones acorazadas rusas. Fuente: Ministerio de defensa de Rusia defensa.com
Formaciones acorazadas rusas. Fuente: Ministerio de defensa de Rusia. Fuente: defensa.com

De acuerdo a lo sucedido en Ucrania, con la lentitud del avance de las tropas rusas, no hay ningún argumento para sostener que Rusia tenga la capacidad para invadir algún país de la OTAN, y sobre todo mantener una ocupación, ya que el artículo 5 del tratado Atlántico implica que ante el ataque a algún país miembro el resto de países lo debe apoyar. El que tenga superioridad en el armamento nuclear no es determinante ya que debido al “equilibrio del terror” en ningún caso ni a Rusia, ni a nadie, le interesa iniciar una confrontación nuclear.

Como demostró en su libro Pedro Costa Morata el discurso oficial en la UE es el mismo del franquismo: ¡Rusia es culpable! de iniciar la guerra de Ucrania. Si no es derrotada llegará hasta Lisboa. Sin embargo, hemos visto que este conflicto está inmerso en uno mayor entre EEUU y China.Y si Trump cambia de estrategia, acercándose a Rusia, es porque quiere mejorar su posición en esa competencia, ya que China está ganando la batalla económica y Rusia tiene la primacía en armas nucleares. Su objetivo es romper esa alianza. La Unión Europea amenaza con seguir la política de Biden de provocar a Rusia y anuncia que va a continuar la guerra cuando sabe que sin EEUU no lo puede hacer. No somos tan estúpidos para creer semejante relato. Explicar la causa de que la UE nos quiera convencer de que quiere alcanzar un objetivo que es imposible es a lo que trataremos de responder en el próximo artículo (El rearme de la Unión Europea. ¿Seguir en Ucrania sin EEUU?).

Una respuesta a «El rearme de la Unión Europea. ¿Nos toman por estúpidos?»

  1. Avatar de Redacción

    Buen artículo, Raúl.

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